Muchas personas nos preguntan: ¿De dónde salió la idea de enseñarles signos, gestos o señas a los niños para comunicarse?
La respuesta es que siempre se han usado, pero lo hacemos de forma tan natural que no nos damos cuenta.
En todas las culturas, los humanos utilizamos ciertas señas para comunicarnos, por ejemplo, para decir que nos den la hora apuntamos con nuestro dedo índice a la muñeca (donde se coloca el reloj) o para pedir silencio nos llevamos el índice a la boca. Cuando nuestros bebés son pequeños, les enseñamos a decir adiós con su manita o a enviar besitos, regularmente entre los 6-12 meses todos los niños pueden hacerlo perfectamente en el contexto adecuado.
¿A que no habías pensado en esto?
En los años 80, el especialista Doctor Joseph García observó que los bebés de padres sordos podían comunicarse más fácilmente con sus hijos que los bebés de padres oyentes. También reparó en que los bebés nacidos en familias no oyentes podían expresar mejor sus necesidades y por tanto verlas satisfechas antes sin experimentar frustración por falta de entendimiento. Incluso se descubrió que los pequeños nacidos en familias donde se manejaba el lenguaje de signos podían signar más de 75 palabras a los 9 meses. ¡Fascinante!
El Dr. García desarrolló un método basado en la realización de gestos intuitivos para que los bebés tuvieran una forma de comunicarse antes del desarrollo del habla, (por ejemplo, llevarse la mano a la boca para expresar hambre, juntar las palmas de la mano sobre la cara e inclinar la cabeza para expresar ganas de dormir.. etc). Publicó su investigación en 1987 y posteriormente escribió el libro “La Guía Completa del Baby Signing”. El propósito del Dr. García fue “modelar” gestos para los bebés para que éstos supieran salvaguardar los problemas de comunicación por sí mismos.
De forma paralela, Linda Acredolo y Susan Goodwyn, doctoras de la Universidad de California, se dieron cuenta que los bebés utilizaban gestos sencillos para representar palabras que no eran capaces de pronunciar, y que algunas veces
usaban formas muy creativas. Por ejemplo, si tenemos una pecera y echamos de comer a los peces delante del pequeño, este intentará repetir el movimiento de abrir y cerrar la boca. Del mismo modo, abrirán y agitarán sus brazos para representar las alas de un pájaro o un avión.
Ellas hicieron un gran trabajo durante las décadas de los ochenta y noventa en el campo de la investigación. En 1982 recibieron su primera beca del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano, realizando numerosos estudios.
El más importante de todos ellos duró ocho años, y analizaron la evolución de los niños a los que les enseñaba lenguaje de señas a edades tempranas. Así, separaron dos grupos diferentes de niños, los que signaban y los que no, y estudiaron su desarrollo y progresos a los dos, tres y ocho años de edad.
Los resultaron fueron fascinantes*: los niños que aprendían lengua de señas mostraban mayor facilidad de adquisición del lenguaje y desarrollaban un vocabulario mucho más rico.
Además, los niños que podían comunicarse desde edades tempranas se frustraban menos, ya que eran capaces de orientar la atención de sus cuidadores hacia sus necesidades y deseos, convirtiéndose en niños más sociables y seguros de sí mismos.
*Fragmento del libro Comunicación con bebés de Miriam Escacena.
Como ves, hay evidencia científica que respalda el uso del lenguaje de signos o señas con bebés para la comunicación temprana. Además, la principal evidencia son las miles de familias alrededor del mundo que hemos gozado de sus beneficios.
Si los niños pueden aprender a decir adiós con sus manitas o tirar besitos, ¿Por qué no enseñarles otros signos?
*Aquí puedes leer uno de los estudios publicados por Acredolo y Goodwyn:
https://www.researchgate.net/publication/232458041_Symbolic_gesturing_in_lan
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